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Xavier Zubiri

Naturaleza, Historia, Dios

 

PROLOGO

Bibliografía oficial #43, pp ix-xi (1944), paginación de la 6a edición

Contiene el presente volumen una serie de trabajos independientes, escritos en circunstancias muy varias a lo largo de diez años. Total o parcialmente, vieron ya la luz pública en revistas nacionales o extranjeras, hoy de difícil acceso. Muy contra mi voluntad, a instancias tan sólo de voces que no puedo desoir, cedo a la idea de reunirlos en estas páginas.

Me he limitado, en general, a reproducir el texto primitivo. Sin embargo, en varios de los trabajos he matizado unas veces la expresión; he desarrollado, otras, alguna idea que me ha parecido oportuno subrayar. En el articulo consagrado a "Sócrates y la Sabiduría griega" he intercalado algunas páginas nuevas. Reproduzco el artículo "En torno al problema de Dios" a base del texto que sirvió para una detestable traducción francesa de la que me declaro insolidario. Finalmente, lleva el libro tres trabajos inéditos: "Nuestra situación intelectual", que reproduce mi última lección universitaria; "La idea de filosofía en Aristóteles" y "El Ser Sobrenatural: Dios y la deificación en la Teología paulina". Para facilitar la lectura del libro he agrupado un poco arbitrariamente estos estudios en tres partes, la tercera de las cuales da su titulo general al volumen.[1]

A pesar de su carácter disperso, el conjunto de estos trabajos se halla dotado, sin embargo, de una cierta unidad. No piense el lector que esta unidad responde a un sistema latente. Trátase, {x} por el contrario, temática y deliberadamente, de unas modestas reacciones ante algunas de las más graves inquietudes que agitan actualmente al pensamiento filosófico, en el más amplio sentido del vocablo; inquietudes nacidas unas veces de sus conflictos propios, debidas otras a la presión de la ciencia, de la filología o de la teología. La unidad de estos trabajos no les está conferida sino por la situación en que se halla hoy instalada la "mentalidad filosófica", cosa, naturalmente, bien distinta de la mente personal de cada pensador, jamás identificable con él, pero en manera alguna tampoco separable de él. A título introductorio, he tratado someramente de esta situación en las primeras páginas del libro.

Representan, además, estos escritos la línea general y el espíritu en que he desarrollado mis cursos universitarios desde el año 1926. No puedo menos de pensar con cariño en los discípulos y alumnos de estos años, a quienes he consagrado la mayor parte de mi modesta y silenciosa labor. Muchas veces me han pedido la publicación de mis cursos. Es demasiado pedirme. Mi trabajo va hoy al ritmo de una oruga. Pero en estas páginas está, por lo menos, lo sustancial del argumento de algunos de aquéllos.

Si hay todavía algún principiante que pasee su mirada sobre estas líneas fragmentarias, llenas de repeticiones, recuerde que la filosofía es perpetua inquisición. "Busquemos —decía San Agustín— como quienes van a encontrar, y encontremos como quienes aún han de buscar, pues, cuando el hombre ha terminado algo, entonces es cuando empieza." (De Trin., IX, c. 1.) Piense que tras el penoso bracear de la inteligencia, en grado vario —desde el más sencillo aprendiz hasta el más genial pensador—, se oculta siempre una singular fruición, que, fiel a mi oficio, he procurado despertar en el ánimo de quienes me han pedido ayuda. "Qué goce —decía Platón— procura el espectáculo de la realidad; es cosa de que no puede gustar más que el amigo de la sabiduría" (Polít., 582, c. 7-9). Ciertamente, un goce no exento de decaimiento. El mismo Platón hizo exclamar a Sócrates: "Quedé desfallecido escudriñando la realidad" (Phaid, 99, d). Pero si el hombre logra superarse, verá sobreabundantemente compensado su esfuerzo. Porque no se trata de un goce {xi} vacío, sino lleno de la plenitud del ser de lo real. Siglos más tarde escribía Plutarco; "Creo, además, que la felicidad de la vida eterna, que es el patrimonio de Dios, consiste solamente en que nada de lo que acontece escapa a su pleno conocimiento, pues si le despojáramos del pensamiento y del pleno conocimiento de la realidad, su inmortalidad seria una simple perduración, no una vida" (De Is. et Os., 351, d). Dios es feliz porque posee la plenitud de la vida, fundada en la plenitud transparente del ser, en la plenitud de la verdad. Nosotros, hombres, rastreamos de lejos esta felicidad, henchidos de "philia"; somos "filo-sofos", amigos del saber de lo más real de la realidad, de un saber que nos permite ser lo más real de nosotros mismos. De la amistad escribió Aristóteles: "Es lo mas necesario de la vida" (Eth. Nik., 1155, a, 4).

 

 

Madrid, diciembre de 1942.


NOTAS

[1] Los siguientes trabajos obtuvieron el Nihil Obstat de la Censura eclesiástica en Madrid, en las fechas que se expresan entre paréntesis: Descartes (13 marzo 1944), Pascal (28 abril 1940), En torno al problema de Dios (4 octubre 1943), El Ser Sobrenatural: Dios y la deificación en la Teología paulina (27 octubre 1944).^